Cuando hay una catástrofe en tu país, y tu estás en una playa a quince mil kilómetros de distancia, te sientes culpable. Es absurdo, porque tampoco podrías hacer nada si estuvieses ahí, pero es inevitable. Llamas y escribes a la gente que conoces sólo para saber cómo están. En el fondo, sabes que están bien. Pero quieres escucharlo.
Algo te dice que estabas en el lugar equivocado, y te sientes mal por haber sido feliz mientras todo se venía abajo. Literalmente. Leer más
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